Publicado el 4 de enero de 2020

Muchos de nosotros hemos querido o incluso nos han aconsejado perder peso en algún momento. Es quizás el consejo de estilo de vida más citado y no es ninguna sorpresa. Hoy en día es alarmantemente fácil acumular kilos: las estanterías de los supermercados rebosan de alimentos ricos y muchos de nosotros llevamos una vida sedentaria frente a las pantallas. Los índices de enfermedades cardíacas, hipertensión arterial y diabetes no han dejado de aumentar durante décadas.

Se trata de un problema muy nuevo en términos evolutivos: quizá los ricos siempre han comido bien, pero durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el hambre era mucho más probable que la fiesta. Los más capaces de almacenar las calorías y sobrevivir a la escasez de alimentos tenían más posibilidades de transmitir sus genes resistentes a la siguiente generación. Y así durante milenios. Esto ha dejado a la mayoría de nosotros con una fuente de miseria demasiado familiar: nuestros cuerpos son muy buenos para ganar peso y muy reacios a perderlo.

Engordar es un proceso complejo: hay más cosas en juego que la simple ecuación calorías que entran, energía que sale. Incluso si se hace todo bien -comer con cuidado y hacer mucho ejercicio-, puede ser difícil alcanzar un peso saludable y mantenerse en él.

Pero, ¿por qué? ¿Qué causa esta resistencia real y frustrante a la pérdida de peso? He aquí algunas de las principales causas…

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Su dieta

Algunos alimentos son más ricos en nutrientes que otros y estos promueven la salud en general. Los alimentos frescos suelen ser los mejores y te ayudarán a mantener el equilibrio adecuado de vitaminas y minerales para un metabolismo saludable que resista el aumento de peso. El hierro es un excelente ejemplo: permite que el oxígeno entre en nuestras células y esto, a su vez, permite que nuestro cuerpo queme energía. Por lo tanto, unos niveles bajos de hierro implican unos niveles más bajos de oxígeno en la sangre y una menor capacidad para metabolizar las grasas y quemar energía.

Una dieta equilibrada también reducirá las posibilidades de sufrir otros trastornos digestivos, como el reflujo ácido.

 

Su salud mental

Desafortunadamente para muchos de nosotros, el estrés crónico promueve el aumento de peso, y no sólo por animarnos a comer en exceso. Las hormonas del estrés, el cortisol y la adrenalina, interfieren en nuestro metabolismo, animando a nuestros cuerpos a aferrarse a las calorías y a almacenar grasa en preparación para una respuesta de lucha o huida que nunca llega.

 

Su edad

Aunque algunos de nosotros tenemos la suerte de tener un ritmo metabólico más rápido que otros, a partir de los 35 años todos empezamos a ralentizarnos y esto afecta al ritmo de absorción de calorías y de quema de energía. Pero eso es sólo el principio. Hay otros factores que pueden aparecer con la edad, como:

Desequilibrios de la tiroides: las hormonas liberadas por esta pequeña glándula, discreta pero vital, desempeñan un papel importante en nuestro enfoque de la alimentación. Si se desequilibran, pueden interferir con la sensación de saciedad, provocando antojos y reduciendo nuestra energía.
Desequilibrios hormonales: a medida que la fertilidad de las mujeres disminuye con la edad, su cuerpo empieza a acumular más grasa, ya que ésta puede utilizarse para producir estrógenos que aumentan la fertilidad. La madre naturaleza quiere que sigamos siendo fértiles todo el tiempo que podamos.

 

Sus genes

Nuestros cuerpos reaccionan a las comidas de forma diferente gracias a la composición genética única que nos han legado nuestros padres. Muchos de nosotros somos sensibles a ciertos alimentos y respondemos a ellos con hinchazón, gases, inflamación, calambres estomacales y otros síntomas desagradables. Esto hace que sea más difícil llevar una dieta equilibrada y mantener un metabolismo saludable.

 

Entonces, ¿qué podemos hacer?

¿Estamos algunos condenados a tener sobrepeso? Afortunadamente no. Pero es necesario ir más allá y hacer un balance de su estilo de vida y su estado de salud en general.

¿Está muy estresado? ¿Ha comprobado un médico su función tiroidea y sus niveles hormonales? ¿Y qué hay de la sensibilidad a los alimentos? ¿Se siente usted lento o incómodo después de comer ciertos alimentos básicos? Afortunadamente, ahora es más fácil que nunca comprobar la sensibilidad a los alimentos utilizando kits de pruebas caseras sencillos y económicos.

Por supuesto, no hay que olvidar lo fundamental: una dieta sana y un estilo de vida activo siguen siendo las piedras angulares de una pérdida de peso sostenible.